23 enero 2012

Bariloche, la capital de los lagos multiculor

Bariloche, la capital de los lagos patagónicos, es uno de los principales destinos turísticos de Argentina. En invierno se llena de esquiadores que disfrutan de las numerosas pistas que hay en la cercana cordillera de los Andes, frontera natural con el país vecino, Chile. Y en verano los que se acercan a Bariloche buscan excursiones por la montaña, bajar ríos bravos haciendo ráfting y sobre todo tostarse en las preciosas playas que tienen los lagos.

Lo primero que hice al llegar fue coger un autobús y acercarme al cerro de Campanario, una pequeña cima desde la que se divisa con una visión de 360º una vasta parte de la región. Se puede tomar un telesilla pagando una burrada por diez minutos de trayecto o bien se puede sudar la gota gorda y subir a pie. Arriba, uno puede degustar lo que ofrece una confitería que increíblemente se construyó en el cerro o comiendo un bocadillo preparado in situ .

Con un bocadillo en la mano derecha y una cerveza Quilmes en la izquierda me dispuse a disfrutar de las maravillosas vistas que aparecieron ante mi un precioso día soleado. Los lagos, brillantes por el impacto de los rayos del sol, parecían láminas de metálicas encajadas entre montañas. El paisaje es tan bonito que parece que un ser superior hubiera diseñado a placer la estampa y hubiera colocado tantos lagos como quiso. Pero no sólo de paisajes vive el hombre, así que después de estar un rato observando el horizonte bajé de nuevo a la carretera principal y me acerqué al Parque Llao Llao. Allí di un buen paseo entre bosques y más lagos, y cuando ya empezaba a oscurecer volví a Bariloche.

En el hostal Pudu conocí gente muy maja: australianos e ingleses la mayoría, pero también algún brasileño, finlandés y un francés muy simpático. Los encargados del hostal fueron encantadores y serviciales, y a diferencia de los que había conocido con anterioridad pude establecer una relación que fue más allá de dueño-cliente. Una noche hicimos asado (yo me limité a beber cerveza mientras conversaba con el encargado de cocinarlo y a babear mientras se hacía la carne), y otro día nos fuimos unos cuantos de excursión al refugio Italia, situado en la Laguna Negra. Llegamos sudorosos después de una buena subida, pero el baño en las gélidas y cristalinas aguas de la laguna compensaron todo esfuerzo. Pasamos la noche en el pequeño y acogedor refugio, una casita que carece de luz eléctrica y que recoge el agua del mismo lago, y durante la cena conocí a otros excursionistas argentinos.

La falta de presupuesto me impidió comer a placer productos típicos de la zona, como el chocolate o las fondues que preparan numerosos restaurantes, y después de unos cuantos días en la zona, algunos llenos de actividad y otros de relax, cogí un autobús (que por poco pierdo) y me trasladé a Valdivia, Chile. De los leones marinos que se ven cerca del mercado de Valdivia y de la excursión que realicé en Pucón hablaré en otro post.

Lo mejor de Bariloche:
Las vistas desde los miradores
Los lagos, su transparencia y gama de colores
Las númerosas actividades que se pueden hacer tanto en invierno como verano
El chocolate, las fondues y pescados
Gran variedad de alojamiento y buena calidad

Lo peor de Bariloche:
Es difícil visitar la zona (y hacer la ruta de los siete lagos) sin vehículo propio
Todas las actividades deportivas son caras
De difícil acceso viniendo del sur

Precios de Bariloche: 1€ = 5,5 Pesos
Una noche en hostal Pudu 60 Pesos
Una cerveza grande en el hostal 15 Pesos
Una hamburguesa 28 Pesos
Asado en el hostal 50 Pesos
Bus a cerro Campanario 3 Pesos

Audio:
Estadio Azteca (Andrés Calamaro)

16 enero 2012

Diccionario argentino

Aparte del clásico binomio "Che boludo", los argentinos poseen un amplio vocabulario ininteligible para un español que no haya tenido bastante contacto con el país de Maradona. Muchas palabras proceden de otros idiomas, y la mayoría pertenecen al lunfardo, un 'dialecto' nacido en las cárceles porteñas que a golpe de tango se fue extendiendo por el país. La verdad es que resulta todo un espectáculo oír una conversación entre jóvenes en cualquier calle de Buenos Aires, y uno se pregunta en más de una ocasión si está escuchando español o quechua.

Aquí van algunas palabras diferentes a las que se usan en España (algunas reconocidas por la RAE y otras sólo correctas en el imaginario lingüístico argentino) que a mí me han resultado graciosas.

Boliche: discoteca
Trucha: falso
Vocero: portavoz
Bondi: autobús
Coger (follar). He borrado de mi diccionario el verbo coger en Argentina, y no hablemos del verbo recoger!
Heladera: nevera
Metegol: futbolín
Papifutbol: fútbol sala
Pool: billar
Matafuegos: extintor
Plomero: fontanero
Zapanza: barriga
Pollera: falda
Remera: camiseta
Chomba: polo (de vestir)
Cana: cárcel
Morfar: comer
Chavón: tio
Maní: cacahuete
Escaviar: beber alcohol
Chamayo: dar palique
Vaca: bote común
Pileta: piscina
Pieza: habitación
Ripio: camino de piedras
Boludo: tio, colega

Diccionario lunfardo

11 enero 2012

Por glaciares y senderos

Aunque los autobuses argentinos son cómodos, fue un placer recorrer el trayecto desde Ushuaia hasta el Calafate en el imponente 4x4 de Fernando, el brasileño que conocí en el hostal. Al ser año nuevo e ir en coche particular pudimos pasar muy rápido las dos fronteras con Chile y pararnos tantas veces como quisimos para tomar fotos; el paisaje bien lo merecía (mirar las fotos que tengo en el Picasa). Una vez instalados en un bueno hostal de El Calafate salimos a cenar, y Diego y yo invitamos a unas deliciosas pizzas a Fernando. Era lo mínimo que podíamos hacer después de que nos permitiera ahorrar cerca de cien euros en autobuses. El Calafate es otro pueblo sin mucho encanto, aunque la vía principal tiene vida a todas horas. Los turistas, mayoría en este lugar, abarrotan las terrazas, pasean, ojean recuerdos para llevarse a casa y compran ropa de montaña, como en Ushuaia. Aunque El Calafate es muy pequeño tiene aeropuerto, ya que a escasos ochenta kilómetros se encuentra su principal reclamo turístico: el Perito Moreno.

Un monstruo de hielo
Me gustaría poder emular al mítico presentado Pedro Piqueras para presentar el espectáculo de la naturaleza que es el Perito Moreno. “Sobrecogedor”; “impactante”; “desmesurado”; “imponente” o “majestuoso” serían algunos de los adjetivos pomposos que usaría para definir la primera imagen que uno tiene del glaciar más famoso del mundo. Palabras similares a las que también usé para referirme a las cataratas de Iguazú. La mañana que visitamos el Perito nos levantamos a las cinco, ya que nos había llegado el rumor de que si llegabas antes de las siete de la mañana al parque no te cobraban entrada. Lamentablemente encontramos un guarda custodiando el ingreso que nos hizo esperar hasta las siete y nos obligó a abonar los 100 Pesos (20 euros) de la entrada. Durante un par de horas estuvimos nosotros tres solos delante de esa imponente pared de hielo azul, una lengua petrificada que parece que se hubiera detenido a pocos metros del mirador para ser observada. El último tramo de carretera antes de divisar este fenómeno se hizo muy largo, y en el coche reinó el silencio hasta que vimos el glaciar al salir de una curva de derechas.

Paseamos anestesiados por las kilométricas pasarelas que hay instaladas en el parque y pudimos oír crujir la masa de hielo. Vimos caer bloques al agua y cómo se alejaban pacíficamente per la Laguna de los témpanos. El color del glaciar muta dependiendo de si le dan o no los rayos del sol, y va desde un blanco inmaculado a un azul turquesa o azul marino. Al llegar el cielo estaba encapotado, pero cuando finalmente el primer rayo de luz iluminó la mole tuve la sensación de que se hubiera aparecido la misma Virgen María.

Aparte del glaciar, y aprovechando que disponíamos de coche, fuimos a dar una vuelta hasta el cercano Lago Roca, otro regalo para la vista. Paseamos por las praderas que lo rodean y vimos cómo un gaucho montado a caballo trasladaba un buen rebaño de vacas y caballos. De telón de fondo, como siempre en esta zona, montañas escarpadas con los picos nevados. Me pareció estar en la Ponderosa...

Lo mejor de El Calafate
El Perito Moreno
Los paisajes de las montañas cercanas
Buena oferta de hostales y restaurantes
Muchas posibilidades de excursión

Lo peor de El Calafate
Los precios son elevados
Para ir a estancias o hacer rutas se precisa coche o contratar excursiones muy caras

Precios de El Calafate (1€=5,4 Pesos)
Entrada al Perito Moreno (para extranjeros): 100 Pesos
Una cena a base de pizza: 90 Pesos
Comprar para desayunar y cenar en un supermercado: 42 Pesos
Una noche con desayuno en el hostal Calafate: 60 Pesos


El Chaltén
Tras un par de días en El Calafate nos dirigimos al paraíso de los montañeros y escaladores en Argentina: El Chaltén. Este pequeño pueblo, fundado por aventureros europeos hace apenas 25 años, es la meca para los que quieren hacer excursiones o escalar paredes rocosas. Se encuentra en la falda del mítico Fitz Roy, y desde aquí se pueden hacer muchas salidas diferentes. Como ya es habitual en mí, tuve la genial idea de hacer dos excursiones en un solo día, lo que me reportó fantásticas vistas pero también unas agujetas que duraron un par de días. Para colmo, la uña del dedo gordo del pie derecho, negruzca desde hace medio año, me empezó a avisar que en breve se caerá. Con este panorama, tras visitar La laguna de los Tres y la Laguna de Torre, los días siguientes hice reposo y apenas paseé hasta los miradores más cercanos.

A El Chaltén hay que venir con un buen cojín de días, ya que es un muy buen campamento base para pasar unas semanitas en la alta montaña, y más si el cercano parque de Torres del Paine (Chile) está medio cerrado por un incendio, como me ha pasado. Cerca del pueblo hay espacios donde plantar la tienda y subir montañas escarpadas. Además, los más atrevidos también pueden pegarse un palizón y encaramarse a alguno de los glaciares que hay por la zona. Unos veinteañeros argentinos del hostal me explicaron su excursión, totalmente alocada, que consistió en cruzar un río helado en calzoncillos para poder llegar a un glaciar. Creo que no hace falta hacer tanto el cabra para disfrutar de estos paisajes, aunque tengo que admitir que me produjeron cierta envidia.

El Chaltén es muy bonito, pero todo en esta vida tiene un pero, sobre todo para mí, crítico de nacimiento. Es muy difícil hacer autoestop por la Ruta 40, la mítica carretera que sube hacia el norte, y los billetes de autobús son caros. Esta carretera, la Ruta 40, es preciosa si la haces en moto, como si estuvieras en el Dakar, pero no en autobús. Cuando me quise dar cuenta me había quedado atrapado sin posibilidad de salir. No me quedó más remedio que pagar 600 Pesos (más de 100 euros) y esperar tres días para poder coger un bus que me llevaría hasta Bariloche. Dos días de viaje y una noche dormida en un antro en la población de Perito Moreno fue el peaje a pagar para dejar atrás El Chaltén y plantarme en Bariloche, donde actualmente estoy. En breve comentaré (con fotos) cuánto son de bonitos los lagos de por aquí. Por cierto, uno de ellos se llama Gutiérrez.

Lo mejor de El Chaltén
Las vistas al monte Fitz Roy
Las múltiples excursiones que hay por las montañas colindantes
Es una zona ideal para hacer escalada
Es un pueblo pequeño donde acabas conociendo a todo el mundo, al menos de vista
El ambiente montañero que se respira

Lo peor de El Chaltén
Los precios del supermercado
Cuando hace mal tiempo no hay gran cosa a hacer
Al estar bastante incomunicado cuesta tiempo y dinero volver a la “civilización”
No hay apenas internet, y cuando encuentras va muy lento

Precios de El Chaltén (1€=5,4 Pesos)
Una noche en el hostal El Refugio (sin sábanas ni desayuno): 35 Pesos
Una cerveza de litro (devolviendo el envase): 12 Pesos
Una lata de Coca-Cola en el súper: 4 Pesos
Carne y vino para hacer un asado: 55 Pesos por cabeza
Un bocadillo de milanesa: 25 Pesos
Un bocadillo de pollo: 15 Pesos
Un café con loche: 14 Pesos


Audio:
Charly García, un emblema del rock argentino

06 enero 2012

«Ushuaia, fin del mundo, principio de todo»

Éste es el lema que ha tomado la ciudad de Ushuaia para atraer a miles viajeros y hacer del turismo una importante fuente de ingresos. Ushuaia, palabra que proviene del idioma yagán y que vendría a significar 'Bahía profunda', es la capital de la provincia de Tierra de Fuego y Antártida. Hace tiempo que es una ciudad muy próspera, y por eso muchos argentinos del norte y otros suramericanos la eligen para buscar trabajo y ahorrar. Los sueldos en las numerosas fábricas que hay en la zona son muy altos, y parece que compensan las adversidades climatológicas y el aislamiento. Verbigracia: el sueldo de un conductor de autobús es de mínimo 1.200 euros mensuales aproximadamente, nada mal para los parámetros argentinos.

Volviendo al título de esta entrada, Ushuaia es en teoría es la ciudad más austral del mundo, aunque un poco más al sur, al otro lado del canal Beagle, se encuentra el pueblo de Puerto Williams, perteneciente a Chile. Los de Ushuaia esgrimen que Puerto Williams no llega a la categoría de ciudad, y con ese argumento explotan hasta la saciedad que son la ciudad más al sur del planeta. Tal vez seducido por esta característica me pareció que era un buen lugar donde pasar la Nochevieja. Venía bajando por la costa argentina, y Ushuaia se iba a convertir en un momento clave en mi viaje, ya que sería el lugar donde cambiaría de rumbo y dejaría de ir al sur para volver al norte, ahora con Colombia como objetivo.

Llegar a Ushuaia no fue fácil. Proveniente de Río Gallegos,cogí un bus para recorrer los escasos 600 km que separan ambas ciudades. El viaje fue una odisea; no por la distancia o por tener que recorrer varios kilómetros sobre caminos de tierra, sino porque un tramo de la carretera pasa por territorio chileno, lo que te obliga a sufrir cuatro puestos aduaneros y realizar unos trámites que ponen a prueba la paciencia de cualquiera. La burocracia eterniza el trayecto, y las autoridades chilenas, mucho más escrupulosas que las argentinas, te prohíben cruzar su territorio portando fruta o semillas, algo totalmente absurdo (no creo que el ecosistema de ambos países difiera mucho).Tras doce horas de bus llegué al anochecer a Ushuaia. La primera cosa que me sorprendió es la luz, no sólo los matices y brillo que toma el cielo en estas latitudes, sobre todo que en el verano austral pasadas las diez de la noche aún se puede ver con claridad.

Medio decepcionado
Ushuaia está muy presente en la mente de cualquier viajero por lo que representa y es parada obligada para los afortunados que tras pagar unos 4.000 euros se embarcan a la Antártida, pero a mi me defraudó. La ciudad, de poco más de 60.000 habitantes, no es del todo fea, pero tampoco bonita. Está enclavada en el canal de Beagle, por donde hace algunas décadas los primeros exploradores las pasaron canutas a bordo de barcos de madera, y tiene como telón de fondo montañas escarpadas que conservan nieve todo el año. El núcleo urbano es anodino, y sus calles llenas de turistas vestidos de cabeza a los pies con ropa de montaña Columbia o North Face. Abundan tiendas de deportes y de souvenirs, y lo mejor que ofrece la ciudad es visitar unos cuantos museos (Museo del fin del mundo, Museo del Presidio, Museo Yámana) caros que curiosamente cierran durante Navidad. Lo más interesante de la zona, sin embargo, está en las inmediaciones.

Parque Nacional de Tierra del Fuego
La visita a este parque, situado a escasos 12 km, es obligada. Me levanté temprano para poder llegar antes de que lo hiciera el guarda y así entrar gratis (la entrada ronda los 80 Pesos, unos 17 euros). Hay varios senderos muy bien señalizados, y elegí el que recorre la costa. Durante algo más de tres horas no me crucé con ningún humano; sí, en cambio, con enormes conejos y muchos pájaros. El paseo es muy asequible, y en un cierto punto se pude mandar una postal a casa desde, de nuevo, “la posta más austral del mundo”. Se trata de una pequeña cabaña regentada por un afable hombre con barba, simpático y gran conocedor del mundo. Estuvimos charlando un poco sobre la vida y antes de despedirnos me regaló una cerveza. El parque, donde se puede acampar, también ofrece otros senderos por dentro de los bosques y uno que sube a un cerro llamado Guanaco.

Otra excursión que hice fue al glaciar Martial, a un par de horas a pie del centro de la ciudad. Aunque no tenga nada que ver con el de Perito Moreno ofrece unas fantásticas vistas de Ushuaia y del canal de Beagle. Diferentes agencias de turismo ofrecen salidas por el canal de Beagle para avistar pájaros, pingüinos o el mítico faro del Fin del Mundo, pero no me apunté a ninguna porque me parecieron una tomadura de pelo. Sí que me hubiera gustado llegar al lago Esmeralda o el lago Escondido, pero los precios de dichas salidas también se disparaban.

Una Nochevieja descafeinada
Tal y como me pasó en Nochebuena, no tenía plan para pasar el fin de año, así que me apunté a la cena que se organizaba en el Haush, el hostal donde estuve alojado. Éramos unos doce chicos, entre mochileros y responsables del hostal. Cenamos embutido (si es que se puede llamar así a lo que ofrecen aquí) y bebimos vino de la zona. Como en Argentina no hay tradición de comer 12 uvas al llegar la medianoche (descubrí que en Colombia sí lo hacen) otro chico de Barcelona que curiosamente vive a escaso kilómetro de mi casa y yo nos preparamos unos cacahuetes y los comimos en substitución de las uvas. La verdad es que me gustó esta nueva modalidad, y no descarto implantarla cuando vuelva a casa, ya que nunca he sido capaz de comer las uvas sin vomitar. Después de la cena llegó una familia colombiana que también se alojaba en el hostal. Estaba formada por un matrimonio de unos cincuenta años y sus tres hijos y habían ido a cenar fuera. Ellos fueron los que me dijeron que en Colombia también comían uvas. Como todos los colombianos que me he encontrado por el camino, resultaron ser encantadores y muy educados. La madre, aún no entiendo muy bien por qué, le dio por dedicarnos a todos una oración religiosa en el momento de brindar. Me pareció estar en una película yanqui, donde los protagonistas dan gracias al Señor por los alimentos comidos. Tras un poco de charla me retiré a dormir. Creo que nunca antes había ido tan pronto a la cama. Y a toro pasado creo que acerté, ya que los chicos que se quedaron bebiendo acabaron la fiesta en un local de alterne de mala muerte.

El día 1 de enero me me despertó a las 8 de la mañana un compañero de habitación que se estaba vistiendo. Era Fernando, un brasileño muy majo dueño de una empresa de parapentes y ropa de deporte. Se iba dirección a El Calafate, como yo, con la diferencia de que él no viaja en autobús ni a dedo, si no en un confortable 4x4. Le pregunté si me podía apuntar con él y me dijo que sí, por lo que adelanté un día mi marcha de Ushuaia. Al final se nos apuntó Diego, un gallego de mi edad que también está viajando por América. Así fue como mientras la ciudad dormía la mona los tres dejamos Ushuaia. En la siguiente entrada hablaré del fantástico viaje en coche que hicimos para llegar a El Calafate y la sobrecogedora visita al Perito Moreno.

Lo mejor de Ushuaia
El Parque Nacional Tierra del Fuego
El glaciar Marcial
Algunas lagunas cercanas a la ciudad
Las vistas al canal de Beagle
Muchas horas de día en verano
La tonalidad del cielo
Buena oferta de alojamientos
Una oficina de información al turista competente

Lo peor de Ushuaia
Difícil y caro de llegar desde la parte continental
No puedes guardar la chaqueta ni en verano
Los negocios y restaurantes no son nada baratos
Los museos son muy caros y cierran en Navidad

Precios de Ushuaia (1€ = 5,4 Pesos)
Una noche en el hostal Haush sin desayuno 70 Pesos
Taxi hasta el Parque Nacional Tierra de Fuego 46 Pesos
Bocadillo para comer 17 Pesos
Una postal 8 Pesos y un sello a Europa 10 Pesos
Cuatro empanadas pequeñas 16 Pesos
Plato combinado en restaurante barato 71 Pesos


Audio:
Un par de canciones mapuches, del pueblo casi exterminado de la Patagonia (Argentina y Chile):

En mapudungún
En español